"El hombre está más cerca del mono que la mujer, no me cabe la menor duda. Son más peludos, tienen los brazos más largos y en ellos el impulso sexual empieza por la vista, herencia de sus ancestros, los simios, a quienes la hembra llamadurante el período de celo con un cambio notable en sus partes íntimas, que se inflaman y adquieren la morbosa apariencia de una granada madura. Por alguna razón, esto es como un semáforo para los machos, en caso que anden distraídos. Entre los humanos el estímulo visual es igualmente irresistible, eso explica el éxito de las revistas con mujeres semidesnudas. Se ha intentado explotar el mismo negocio editorial dirigido al público femenino, pero las imágenes de muchachos bien dotados desplegando sus encantos en páginas a todo color han resultado un fiasco; las compran homosexuales, más que mujeres. Nosotras tenemos el sentido del ridículo más desarrollado y además nuestra sensualidad está ligada a la imaginación y a los nervios auditivos. Posiblemente la única manera de que las mujeres escuchemos es si nos susurran al oído. El punto G está en las orejas, quien ande buscándolo más abajo pierde su tiempo y el nuestro. "
Afrodita. Cuentos, Recetas y Otros Afrodisíacos. Isabel Allende, 1999.
En las personas se dan incongruencias constantemente, por tanto, debemos aceptar que en los colectivos, partidos políticos, empresariado, asociaciones, también se den. Yo misma exhibo una incongruencia -entre otras muchas que pueda tener, y tengo-, que raya el absurdo, y que me puede hacer quedar como una persona verdaderamente confusa respecto a mis ideas; afortunadamente, esa incongruencia mayor, solamente la conocen quienes me han escuchado hablar sobre mis principios y posteriormente, por algún motivo, les abro la puerta de mi casa. Naturalmente, esa incongruencia, como la mayoría, tiene su explicación y su razón de existir. Pero a simple vista, genera, cuanto menos, dudas; o ideas equívocas respecto a mí y el convencimiento y sinceridad de mi discurso. Nunca hablo de ella, salvo que alguien me pregunte, y en esos casos no me escudo en mi eclecticismo y mi negación al purismo en cualquier apartado. Porque no es eso. Está ahí por un motivo concreto y muy particular, y lo seguirá estando mientras el motivo esté vigente. Ni alardeo de ello, ni me produce ningún tipo de malestar, ni me siento obligada a dar ningún tipo de explicación a priori. Ni mucho menos, justificarme.
Digo ésto para que quede claro que comprendo y acepto las incongruencias. Las propias en primer lugar, y por derivación, las ajenas en general. Sin embargo, y aunque la barrera esté muy difusa, no mezclo incoherencia con contradicción. Para mí, incongruencia es un hecho ilógico y puntual en un conjunto. Contradicción es directamente dos versiones opuestas y constantes en un mismo conjunto. Y eso me resulta incomprensible. Demasiada dualidad para mi pragmática mente.
La contradicción, la dualidad, es saltar constantemente del negro al blanco, del ateismo a la fe religiosa, del neoliberalismo al socialismo, de la egolatría a la solidaridad. Y viceversa. Esas idas y venidas de un extremo a otro impiden avanzar en cualquier dirección. Lo que construyo hoy lo destruyo mañana. Nunca consigo tener un fondo de material que aportar a la siguiente acción, para que ésta sea más estable, más consistente. En realidad, siempre estoy en el punto de partida aunque me mueva constantemente.
Cuando ésto, las contradicciones, lo llevan a la práctica quienes tienen el mando, ya sea en una asociación, en una empresa o en un partido político, estamos ante un baile interminable de movimientos inconexos que no aportan ningún avance y que les resultan insufribles a l@s expectadores y expectadoras, es decir, a la ciudadanía que es la receptora de las decisiones de quienes están gobernando en su área específica.
No es una prepotencia incluir a las asociaciones en el mismo saco que a los partidos políticos, ni mucho menos. Las asociaciones, que las hay de muy diversas índoles, como pueden ser ecologistas, culturales (no confundamos con peñas festeras), periodísticas, médicas, feministas, de padres y madres, juveniles, homosexuales y lesbianas, empresariales etc. cumplen un papel muy importante en la sociedad. Cada una visibiliza, sensibiliza, reivindica, promueve e incoa leyes, denuncia. Desde las pequeñinas a nivel local, e incluso de barrio, hasta las nacionales e internacionales. Son por tanto, fundamentales para el avance social, ya que desde las más pequeñas y localistas, van sumando hasta llegar a ser grandes, convirtiéndose en redes y federaciones.
El y la empresaria también tienen una importancia vital para el desarrollo de una comunidad o país. No es lo mismo una política empresarial basada en el neoliberalismo más feroz, que otra basada y supeditada al perfil requerido por los organismos que subvencionan, sin más cualidades para dirigir y llevar a buen término la empresa, que una tercera basada en el equilibrio entre necesidades de producción mínimamente sostenible, derechos de l@s trabajadores y trabajadoras, y viabilidad económica.
Los partidos políticos, claro, que son, en última instancia, los que recogen, regulan, y toman las decisiones que nos afectan a todos y todas. Partidos que, cuando están gobernando es porque la ciudadanía, con mayor o menor criterio y acierto, les hemos dado nuestra confianza para que lo hagan.
Cuando unas y otros pasan de las incongruencias a las contradicciones es cuando se dilapida el tiempo, los recursos y las espectativas de desarrollo, y comienza el baile en círculos. Si grave es que lo hagan las asociaciones, muchísimo más grave es que lo haga el empresariado, e inadmisible que lo haga el gobierno, tanto local como regional o nacional.
Previniendo posibles contradicciones políticas locales, no vamos a admitir que quien apoyó en su momento una incineradora completamente insostenible, en cualquier sentido, en un futuro muy próximo hable de desarrollo sostenible, porque eso es una profunda contradicción. No se pueden defender dos conceptos contrarios al mismo tiempo, ni que dos conceptos contrarios se sucedan inmediatamente uno al otro en la misma persona o en el mismo grupo porque, con toda probabilidad, continuará en la misma dinámica de no progresión: insostenible-sostenible-insostenible. Quienes defendieron la incineradora no solamente estaban apoyando una aberración en sí misma, estaban fomentando la destrucción de la comarca, y todos los tímidos -aunque caros en inversiones públicas- amagos de desarrollo comarcal: ganadería, ecoagricultura, turismo rural, aprovechamiento del patrimonio, riqueza y diversidad natural, se iban a quemar junto a las basuras y los residuos tóxicos.
Está demostrado que caminando en sentido circular no se llega a ningún sitio, salvo al punto de partida, y solapando una contradicción sobre otra, es imposible avanzar. Quien dió el primer paso en intentar una insostenibilidad absoluta no tiene credibilidad alguna si, con el pie en el aire para dar el segundo paso, nos dice que cree firmemente en la sostenibilidad y nos va a acercar a ésta con su política.
Digo ésto para que quede claro que comprendo y acepto las incongruencias. Las propias en primer lugar, y por derivación, las ajenas en general. Sin embargo, y aunque la barrera esté muy difusa, no mezclo incoherencia con contradicción. Para mí, incongruencia es un hecho ilógico y puntual en un conjunto. Contradicción es directamente dos versiones opuestas y constantes en un mismo conjunto. Y eso me resulta incomprensible. Demasiada dualidad para mi pragmática mente.
La contradicción, la dualidad, es saltar constantemente del negro al blanco, del ateismo a la fe religiosa, del neoliberalismo al socialismo, de la egolatría a la solidaridad. Y viceversa. Esas idas y venidas de un extremo a otro impiden avanzar en cualquier dirección. Lo que construyo hoy lo destruyo mañana. Nunca consigo tener un fondo de material que aportar a la siguiente acción, para que ésta sea más estable, más consistente. En realidad, siempre estoy en el punto de partida aunque me mueva constantemente.
Cuando ésto, las contradicciones, lo llevan a la práctica quienes tienen el mando, ya sea en una asociación, en una empresa o en un partido político, estamos ante un baile interminable de movimientos inconexos que no aportan ningún avance y que les resultan insufribles a l@s expectadores y expectadoras, es decir, a la ciudadanía que es la receptora de las decisiones de quienes están gobernando en su área específica.
No es una prepotencia incluir a las asociaciones en el mismo saco que a los partidos políticos, ni mucho menos. Las asociaciones, que las hay de muy diversas índoles, como pueden ser ecologistas, culturales (no confundamos con peñas festeras), periodísticas, médicas, feministas, de padres y madres, juveniles, homosexuales y lesbianas, empresariales etc. cumplen un papel muy importante en la sociedad. Cada una visibiliza, sensibiliza, reivindica, promueve e incoa leyes, denuncia. Desde las pequeñinas a nivel local, e incluso de barrio, hasta las nacionales e internacionales. Son por tanto, fundamentales para el avance social, ya que desde las más pequeñas y localistas, van sumando hasta llegar a ser grandes, convirtiéndose en redes y federaciones.
El y la empresaria también tienen una importancia vital para el desarrollo de una comunidad o país. No es lo mismo una política empresarial basada en el neoliberalismo más feroz, que otra basada y supeditada al perfil requerido por los organismos que subvencionan, sin más cualidades para dirigir y llevar a buen término la empresa, que una tercera basada en el equilibrio entre necesidades de producción mínimamente sostenible, derechos de l@s trabajadores y trabajadoras, y viabilidad económica.
Los partidos políticos, claro, que son, en última instancia, los que recogen, regulan, y toman las decisiones que nos afectan a todos y todas. Partidos que, cuando están gobernando es porque la ciudadanía, con mayor o menor criterio y acierto, les hemos dado nuestra confianza para que lo hagan.
Cuando unas y otros pasan de las incongruencias a las contradicciones es cuando se dilapida el tiempo, los recursos y las espectativas de desarrollo, y comienza el baile en círculos. Si grave es que lo hagan las asociaciones, muchísimo más grave es que lo haga el empresariado, e inadmisible que lo haga el gobierno, tanto local como regional o nacional.
Previniendo posibles contradicciones políticas locales, no vamos a admitir que quien apoyó en su momento una incineradora completamente insostenible, en cualquier sentido, en un futuro muy próximo hable de desarrollo sostenible, porque eso es una profunda contradicción. No se pueden defender dos conceptos contrarios al mismo tiempo, ni que dos conceptos contrarios se sucedan inmediatamente uno al otro en la misma persona o en el mismo grupo porque, con toda probabilidad, continuará en la misma dinámica de no progresión: insostenible-sostenible-insostenible. Quienes defendieron la incineradora no solamente estaban apoyando una aberración en sí misma, estaban fomentando la destrucción de la comarca, y todos los tímidos -aunque caros en inversiones públicas- amagos de desarrollo comarcal: ganadería, ecoagricultura, turismo rural, aprovechamiento del patrimonio, riqueza y diversidad natural, se iban a quemar junto a las basuras y los residuos tóxicos.
Está demostrado que caminando en sentido circular no se llega a ningún sitio, salvo al punto de partida, y solapando una contradicción sobre otra, es imposible avanzar. Quien dió el primer paso en intentar una insostenibilidad absoluta no tiene credibilidad alguna si, con el pie en el aire para dar el segundo paso, nos dice que cree firmemente en la sostenibilidad y nos va a acercar a ésta con su política.
"Hace algunos años invité a cenar, con intención de seducirlo, claro está, a un escurridizo galán, cuya fama de buen cocinero me obligaba a esmerarme con el menú. Decidí que una omelette de trufas salpicada con una nubecilla de caviar rojo al servirla (el gris estaba lejos de mis posibilidades), constituía una invitación erótica obvia, algo así como regalarle rosas rojas y el Kama Sutra. Busqué las trufas por cielo y tierra y cuando finalmente di con ellas, mi modesto presupuesto de inmigrante en tierra ajena no alcanzó para comprarlas. El dependiente de la tienda de delicatessen, un italiano tan inmigrante como yo, me aconsejó olvidarme de ellas.
-¿Para qué no lleva callampas, en vez?, preguntó mientras yo miraba desamparada esos fragmentos negruzcos como caca de conejo, que a mis ojos brillaban como diamantes.
-No es lo mismo, las trufas son afrodisíacas.
-¿Son qué?
-Sensuales-dije, para no entrar en detalles.
Debo haberme ruborizado, porque el hombre salió de detrás del mostrador y se me acercó con una sonrisa extraña. Imaginaba, supongo, que yo era una ninfómana dispuesta a frotarme las zonas erógenas con sus trufas.
-Romántica-murmuré cada vez más colorada.
-¡Ah! ¿Para un hombre? ¿Su novio, su marido?
-Bueno, sí...
Al punto la sonrisa perdió el sarcasmo y se tornó cómplice; volvió tras el mostrador y produjo un frasco pequeño, como de perfume.
-Olio d`oliva aromatizato al tartufo bianco-anunció en el tono de quien saca un as de la manga-Aceite de oliva con olor a trufas-aclaró.
Y enseguida puso en una bolsa el plástico unas cuantas aceitunas negras, con la indicación de lavarlas bien para quitarles el sabor, picarlas en trocitos y marinarlas un par de horas en aceite trufado.
-¡Tan romántico como las trufas y mucho más barato!-me aseguró.
Así lo hice. La omelette quedó perfecta y cuando el exquisito galán detectó el inconfundible olorcillo y preguntó sorprendido si aquellos pedazos oscuros eran trufas y dónde diablos las había conseguido, hice un gesto vago que él interpretó como coquetería. Devoró la omelette mirándome de soslayo con una expresión turbia, que entonces me pareció irresistible, pero ahora, vista con el desprendimiento de la edad, me resulta más bien cómica. Me alegra haberle dado aceitunas. Su reputación de galán era tan exagerada como la de las trufas. "
-¿Para qué no lleva callampas, en vez?, preguntó mientras yo miraba desamparada esos fragmentos negruzcos como caca de conejo, que a mis ojos brillaban como diamantes.
-No es lo mismo, las trufas son afrodisíacas.
-¿Son qué?
-Sensuales-dije, para no entrar en detalles.
Debo haberme ruborizado, porque el hombre salió de detrás del mostrador y se me acercó con una sonrisa extraña. Imaginaba, supongo, que yo era una ninfómana dispuesta a frotarme las zonas erógenas con sus trufas.
-Romántica-murmuré cada vez más colorada.
-¡Ah! ¿Para un hombre? ¿Su novio, su marido?
-Bueno, sí...
Al punto la sonrisa perdió el sarcasmo y se tornó cómplice; volvió tras el mostrador y produjo un frasco pequeño, como de perfume.
-Olio d`oliva aromatizato al tartufo bianco-anunció en el tono de quien saca un as de la manga-Aceite de oliva con olor a trufas-aclaró.
Y enseguida puso en una bolsa el plástico unas cuantas aceitunas negras, con la indicación de lavarlas bien para quitarles el sabor, picarlas en trocitos y marinarlas un par de horas en aceite trufado.
-¡Tan romántico como las trufas y mucho más barato!-me aseguró.
Así lo hice. La omelette quedó perfecta y cuando el exquisito galán detectó el inconfundible olorcillo y preguntó sorprendido si aquellos pedazos oscuros eran trufas y dónde diablos las había conseguido, hice un gesto vago que él interpretó como coquetería. Devoró la omelette mirándome de soslayo con una expresión turbia, que entonces me pareció irresistible, pero ahora, vista con el desprendimiento de la edad, me resulta más bien cómica. Me alegra haberle dado aceitunas. Su reputación de galán era tan exagerada como la de las trufas. "
Afrodita. Cuentos, Recetas y Otros Afrodisíacos. Isabel Allende, 1999.
DahirA.
Declaración Universal de los Derechos Humanos, Art. 19: Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.
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