Afrodita. Cuentos, Recetas y Otros Afrodisíacos. Isabel Allende, 1999.
Digo ésto para que quede claro que comprendo y acepto las incongruencias. Las propias en primer lugar, y por derivación, las ajenas en general. Sin embargo, y aunque la barrera esté muy difusa, no mezclo incoherencia con contradicción. Para mí, incongruencia es un hecho ilógico y puntual en un conjunto. Contradicción es directamente dos versiones opuestas y constantes en un mismo conjunto. Y eso me resulta incomprensible. Demasiada dualidad para mi pragmática mente.
La contradicción, la dualidad, es saltar constantemente del negro al blanco, del ateismo a la fe religiosa, del neoliberalismo al socialismo, de la egolatría a la solidaridad. Y viceversa. Esas idas y venidas de un extremo a otro impiden avanzar en cualquier dirección. Lo que construyo hoy lo destruyo mañana. Nunca consigo tener un fondo de material que aportar a la siguiente acción, para que ésta sea más estable, más consistente. En realidad, siempre estoy en el punto de partida aunque me mueva constantemente.
Cuando ésto, las contradicciones, lo llevan a la práctica quienes tienen el mando, ya sea en una asociación, en una empresa o en un partido político, estamos ante un baile interminable de movimientos inconexos que no aportan ningún avance y que les resultan insufribles a l@s expectadores y expectadoras, es decir, a la ciudadanía que es la receptora de las decisiones de quienes están gobernando en su área específica.
No es una prepotencia incluir a las asociaciones en el mismo saco que a los partidos políticos, ni mucho menos. Las asociaciones, que las hay de muy diversas índoles, como pueden ser ecologistas, culturales (no confundamos con peñas festeras), periodísticas, médicas, feministas, de padres y madres, juveniles, homosexuales y lesbianas, empresariales etc. cumplen un papel muy importante en la sociedad. Cada una visibiliza, sensibiliza, reivindica, promueve e incoa leyes, denuncia. Desde las pequeñinas a nivel local, e incluso de barrio, hasta las nacionales e internacionales. Son por tanto, fundamentales para el avance social, ya que desde las más pequeñas y localistas, van sumando hasta llegar a ser grandes, convirtiéndose en redes y federaciones.
El y la empresaria también tienen una importancia vital para el desarrollo de una comunidad o país. No es lo mismo una política empresarial basada en el neoliberalismo más feroz, que otra basada y supeditada al perfil requerido por los organismos que subvencionan, sin más cualidades para dirigir y llevar a buen término la empresa, que una tercera basada en el equilibrio entre necesidades de producción mínimamente sostenible, derechos de l@s trabajadores y trabajadoras, y viabilidad económica.
Los partidos políticos, claro, que son, en última instancia, los que recogen, regulan, y toman las decisiones que nos afectan a todos y todas. Partidos que, cuando están gobernando es porque la ciudadanía, con mayor o menor criterio y acierto, les hemos dado nuestra confianza para que lo hagan.
Cuando unas y otros pasan de las incongruencias a las contradicciones es cuando se dilapida el tiempo, los recursos y las espectativas de desarrollo, y comienza el baile en círculos. Si grave es que lo hagan las asociaciones, muchísimo más grave es que lo haga el empresariado, e inadmisible que lo haga el gobierno, tanto local como regional o nacional.
Previniendo posibles contradicciones políticas locales, no vamos a admitir que quien apoyó en su momento una incineradora completamente insostenible, en cualquier sentido, en un futuro muy próximo hable de desarrollo sostenible, porque eso es una profunda contradicción. No se pueden defender dos conceptos contrarios al mismo tiempo, ni que dos conceptos contrarios se sucedan inmediatamente uno al otro en la misma persona o en el mismo grupo porque, con toda probabilidad, continuará en la misma dinámica de no progresión: insostenible-sostenible-insostenible. Quienes defendieron la incineradora no solamente estaban apoyando una aberración en sí misma, estaban fomentando la destrucción de la comarca, y todos los tímidos -aunque caros en inversiones públicas- amagos de desarrollo comarcal: ganadería, ecoagricultura, turismo rural, aprovechamiento del patrimonio, riqueza y diversidad natural, se iban a quemar junto a las basuras y los residuos tóxicos.
Está demostrado que caminando en sentido circular no se llega a ningún sitio, salvo al punto de partida, y solapando una contradicción sobre otra, es imposible avanzar. Quien dió el primer paso en intentar una insostenibilidad absoluta no tiene credibilidad alguna si, con el pie en el aire para dar el segundo paso, nos dice que cree firmemente en la sostenibilidad y nos va a acercar a ésta con su política.
-¿Para qué no lleva callampas, en vez?, preguntó mientras yo miraba desamparada esos fragmentos negruzcos como caca de conejo, que a mis ojos brillaban como diamantes.
-No es lo mismo, las trufas son afrodisíacas.
-¿Son qué?
-Sensuales-dije, para no entrar en detalles.
Debo haberme ruborizado, porque el hombre salió de detrás del mostrador y se me acercó con una sonrisa extraña. Imaginaba, supongo, que yo era una ninfómana dispuesta a frotarme las zonas erógenas con sus trufas.
-Romántica-murmuré cada vez más colorada.
-¡Ah! ¿Para un hombre? ¿Su novio, su marido?
-Bueno, sí...
Al punto la sonrisa perdió el sarcasmo y se tornó cómplice; volvió tras el mostrador y produjo un frasco pequeño, como de perfume.
-Olio d`oliva aromatizato al tartufo bianco-anunció en el tono de quien saca un as de la manga-Aceite de oliva con olor a trufas-aclaró.
Y enseguida puso en una bolsa el plástico unas cuantas aceitunas negras, con la indicación de lavarlas bien para quitarles el sabor, picarlas en trocitos y marinarlas un par de horas en aceite trufado.
-¡Tan romántico como las trufas y mucho más barato!-me aseguró.
Así lo hice. La omelette quedó perfecta y cuando el exquisito galán detectó el inconfundible olorcillo y preguntó sorprendido si aquellos pedazos oscuros eran trufas y dónde diablos las había conseguido, hice un gesto vago que él interpretó como coquetería. Devoró la omelette mirándome de soslayo con una expresión turbia, que entonces me pareció irresistible, pero ahora, vista con el desprendimiento de la edad, me resulta más bien cómica. Me alegra haberle dado aceitunas. Su reputación de galán era tan exagerada como la de las trufas. "
Afrodita. Cuentos, Recetas y Otros Afrodisíacos. Isabel Allende, 1999.
DahirA.