Acabo de leer en el foro
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un comentario en el hilo del río Castril que dice "There is no planet B". Y he recordado que es uno de los lemas que llevaron a la Cumbre de Copenague en diciembre del año pasado. Concretamente, un socio de DahirA que estuvo en dicha cumbre portaba una pancarta con ese lema en una manifestación por las calles de la ciudad. Buscaré en el archivo fotográfico de DahirA correspondiente a la cumbre e intentaré adjuntar fotos de ese y otros lemas de los distintos grupos de personas de todo el planeta que se reunieron en esas fechas en Copenague para reivindicar el derecho a la salud del Planeta Tierra frente a los atentados que estamos cometiendo generalizadamente los humanos y las humanas contra él.
No hay planeta B, efectivamente, al que exiliarnos cuando el Planeta Tierra esté tan enfermo gracias a nuestros despropósitos, egoismos y avaricias, que ni siquiera nos permita respirar dignamente. Es curioso que cuando tenemos hijos e hijas incluso cuando son pequeños y pequeñas nos preocupe tanto su futuro: que estudie para tener un porvenir económico y social; que continue el negocio familiar o la profesión del padre o de la madre; que sea jugador de fútbol del prestigio de Kaká; que participe en Gran Hermano y sea famosill@ y gane mucho dinero. A más corto plazo, nos importa que vaya bien vestido o vestida, que tenga un ordenador y una wii, que recite como un papagayo a quien quiere más a papá o a mamá, y reirle la gracia o, lo que es peor, que cante y baile la canción del verano para "deleite" (con su permiso, Sra. Concejala de Cultura, Juventud y Artesanía de Huéscar, le copio la palabra) de personas conocidas y desconocidas.
Sin embargo, el futuro de esos niños y niñas nos preocupa bien poco, ¡ya está bien de hipocresías y falsas preocupaciones!. Los y las alimentamos con porquerías argumentando " es lo que más le gusta, que le voy a hacer" y no nos preocupa como puedan respirar en el futuro. Nos preocupa el título universitario, el negocio más allá de nuestra muerte, el famoseo, la pareja que deseamos para ellos y ellas, el piso, el coche; pero ni los enseñamos a pensar, ni a ser independientes, ni nos planteamos su verdadera calidad de vida. De su futuro solo nos preocupa lo superficial, lo prescindible. Y en realidad, ni eso: nos preocupan nuestros propios sueños, que trasladamos a nuestros vástagos y en cierto modo, los condicionamos y alentamos para que esan ellos quienes los realicen, ante nuestra propia incapacidad y frustraciones para con nosotros y nosotras mismas.
Y como no acostumbramos a ver más allá de nuestras narices y de nuestros sueños y fantasías, no se nos ocurre analizar la información que nos llega sobre el estado de salud del planeta y como repercutirá ésta en la vida de nuestros y nuestras hijas y sus hijos e hijas. No se nos ocurre plantearnos, ¿qué hay de verdad y de mentira sobre la enfermedad del Planeta?. ¿Si el Planeta está enfermo, repercutirá su enfermedad en la salud de mi propio hijo o hija?.
No, esas preguntas no nos las hacemos, ¿para qué?. Si nos las hiciéramos, y sobretodo, si buscáramos respuestas, se nos complicaría la vida. Y bastante tenemos ya con la hipoteca, aguantar al jefe, encontrar trabajo, acogernos a alguna subvención o renta vitalicia, comprar los caprichitos del niño o de la niña, soportar al marido o a la mujer, las facturas ... ¿el Planeta? yo no entiendo de eso, eso para los políticos. Y así nos va.
Unos nos ponen incineradoras, otros nos inducen a consumir productos contaminantes e insostenibles; los de más allá nos camelan con hipotecas a cuarenta años, o con sucedáneos de desempleo; o nos soterran un río. Un río virgen, con especies protegidas, que alimenta tierras y un ecosistema. Ese ecosistema que garantiza el futuro de nuestros hijos e hijas: alimentos sanos, aire sano, agua sana.
Pero en cualquier sitio, algun gobernante local decide "quiero ese río de otro territorio". Y sus argumentos son "por que me va a enriquecer y voy a conseguir votos para seguir gobernando". Y pelea, y engaña, y asusta, y busca apoyos, y urga en las leyes, y se salta las leyes. No contempla la vida de las personas que habitan el territorio del río que desea. Solo quiere el río. Para su propio beneficio, para el beneficio de los fabricantes de tuberías, de unos pocos especuladores agrícolas, de unos cuantos votos; para cuadrar las cuentas del ayuntamiento que gobierna, para devolver favores. Para demostrar quien manda.
Y así, pequeño río a pequeño río; pequeña chimenea a pequeña chimenea; pequeño vertido tóxico a pequeño vertido tóxico; pequeño consumo insostenible a pequeño consumo insostenible, el Planeta se está desestabilizando, está enfermando. El trasvase del río Castril influye en el territorio del Altiplano de Granada e influye en el resto del Planeta: empobrece a ambos. La proyectada incineradora de Huéscar era un atentado contra la comarca y contra el Planeta; el trasvase del río Castril, también. Y no hay planeta B.
Quienes nos quedamos impasibles ante tamaños atentados, como sería el trasvase del río Castril, ni queremos a nuestros hijos e hijas, ni nos importa un bledo su futuro. Ni siquiera nos importa nuestra vida. No sabemos ni queremos luchar por ella cuando nos la ponen dificil, luego no estamos interesados, más allá de pasar por ella lo más ignorantes y cómodamente posible. Y dejar a los políticos que nos engañen como mejor les parezca. Parece que tuviéramos asumido que les pagamos para que nos engañen y nos roben el futuro. Y si alguno de esos políticos se salta la ley no escrita y piensa en el futuro sostenible de su territorio, y lucha por él, malo. Hay que intentar por todos los medios rastreros deshacerse de él.
NO AL TRASVASE DEL RÍO CASTRIL
DahirA.
No hay planeta B, efectivamente, al que exiliarnos cuando el Planeta Tierra esté tan enfermo gracias a nuestros despropósitos, egoismos y avaricias, que ni siquiera nos permita respirar dignamente. Es curioso que cuando tenemos hijos e hijas incluso cuando son pequeños y pequeñas nos preocupe tanto su futuro: que estudie para tener un porvenir económico y social; que continue el negocio familiar o la profesión del padre o de la madre; que sea jugador de fútbol del prestigio de Kaká; que participe en Gran Hermano y sea famosill@ y gane mucho dinero. A más corto plazo, nos importa que vaya bien vestido o vestida, que tenga un ordenador y una wii, que recite como un papagayo a quien quiere más a papá o a mamá, y reirle la gracia o, lo que es peor, que cante y baile la canción del verano para "deleite" (con su permiso, Sra. Concejala de Cultura, Juventud y Artesanía de Huéscar, le copio la palabra) de personas conocidas y desconocidas.
Sin embargo, el futuro de esos niños y niñas nos preocupa bien poco, ¡ya está bien de hipocresías y falsas preocupaciones!. Los y las alimentamos con porquerías argumentando " es lo que más le gusta, que le voy a hacer" y no nos preocupa como puedan respirar en el futuro. Nos preocupa el título universitario, el negocio más allá de nuestra muerte, el famoseo, la pareja que deseamos para ellos y ellas, el piso, el coche; pero ni los enseñamos a pensar, ni a ser independientes, ni nos planteamos su verdadera calidad de vida. De su futuro solo nos preocupa lo superficial, lo prescindible. Y en realidad, ni eso: nos preocupan nuestros propios sueños, que trasladamos a nuestros vástagos y en cierto modo, los condicionamos y alentamos para que esan ellos quienes los realicen, ante nuestra propia incapacidad y frustraciones para con nosotros y nosotras mismas.
Y como no acostumbramos a ver más allá de nuestras narices y de nuestros sueños y fantasías, no se nos ocurre analizar la información que nos llega sobre el estado de salud del planeta y como repercutirá ésta en la vida de nuestros y nuestras hijas y sus hijos e hijas. No se nos ocurre plantearnos, ¿qué hay de verdad y de mentira sobre la enfermedad del Planeta?. ¿Si el Planeta está enfermo, repercutirá su enfermedad en la salud de mi propio hijo o hija?.
No, esas preguntas no nos las hacemos, ¿para qué?. Si nos las hiciéramos, y sobretodo, si buscáramos respuestas, se nos complicaría la vida. Y bastante tenemos ya con la hipoteca, aguantar al jefe, encontrar trabajo, acogernos a alguna subvención o renta vitalicia, comprar los caprichitos del niño o de la niña, soportar al marido o a la mujer, las facturas ... ¿el Planeta? yo no entiendo de eso, eso para los políticos. Y así nos va.
Unos nos ponen incineradoras, otros nos inducen a consumir productos contaminantes e insostenibles; los de más allá nos camelan con hipotecas a cuarenta años, o con sucedáneos de desempleo; o nos soterran un río. Un río virgen, con especies protegidas, que alimenta tierras y un ecosistema. Ese ecosistema que garantiza el futuro de nuestros hijos e hijas: alimentos sanos, aire sano, agua sana.
Pero en cualquier sitio, algun gobernante local decide "quiero ese río de otro territorio". Y sus argumentos son "por que me va a enriquecer y voy a conseguir votos para seguir gobernando". Y pelea, y engaña, y asusta, y busca apoyos, y urga en las leyes, y se salta las leyes. No contempla la vida de las personas que habitan el territorio del río que desea. Solo quiere el río. Para su propio beneficio, para el beneficio de los fabricantes de tuberías, de unos pocos especuladores agrícolas, de unos cuantos votos; para cuadrar las cuentas del ayuntamiento que gobierna, para devolver favores. Para demostrar quien manda.
Y así, pequeño río a pequeño río; pequeña chimenea a pequeña chimenea; pequeño vertido tóxico a pequeño vertido tóxico; pequeño consumo insostenible a pequeño consumo insostenible, el Planeta se está desestabilizando, está enfermando. El trasvase del río Castril influye en el territorio del Altiplano de Granada e influye en el resto del Planeta: empobrece a ambos. La proyectada incineradora de Huéscar era un atentado contra la comarca y contra el Planeta; el trasvase del río Castril, también. Y no hay planeta B.
Quienes nos quedamos impasibles ante tamaños atentados, como sería el trasvase del río Castril, ni queremos a nuestros hijos e hijas, ni nos importa un bledo su futuro. Ni siquiera nos importa nuestra vida. No sabemos ni queremos luchar por ella cuando nos la ponen dificil, luego no estamos interesados, más allá de pasar por ella lo más ignorantes y cómodamente posible. Y dejar a los políticos que nos engañen como mejor les parezca. Parece que tuviéramos asumido que les pagamos para que nos engañen y nos roben el futuro. Y si alguno de esos políticos se salta la ley no escrita y piensa en el futuro sostenible de su territorio, y lucha por él, malo. Hay que intentar por todos los medios rastreros deshacerse de él.
NO AL TRASVASE DEL RÍO CASTRIL
DahirA.
Declaración Universal de los Derechos Humanos, Art. 19: Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.
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