Hace veintisiete o veintiocho años, una compañera del piso de estudiantes que compartíamos, me invitó a pasar unos días en casa de sus padres, entre nochebuena y nochevieja. Sus padres vivían en Cartagena, en una casa antigua, grande, estilo indiano. La electricidad integral de aquella casa la proporcionaban unas placas solares instaladas en el tejado. El día de mi llegada fue un día nublado, de esas nubes espesas y oscuras que amenazan con romper en tormenta, pero no dejan escapar ni una gota. A la mañana siguiente mi amiga me avisó que tuviera cuidado con el agua de la ducha, ya que salía hirviendo. Debo confesar que no me lo creí: después de dos noches y un día intensamente nublado, era imposible que el agua de un calentador alimentado con placas solares pudiera estar siquiera caliente. Tardé en darle la razón el tiempo que medió entre su consejo y mi mano sobre el grifo abierto: realmente, el agua estaba excesivamente caliente, quemaba. Como ya he dicho antes, las placas solares sobre el tejado suministraban de electricidad todas las necesidades de la vivienda: luz, calefacción, agua caliente, electrodomésticos, fogones (¡tenían lavaplatos y secadora!). En aquella casa vivían habitualmente tres personas, y aquellos días, el número se había duplicado. Aquello del agua tan caliente me pareció poco menos que un milagro.
Veinte años después, en distintos foros en los que se hablaba de energías renovables, expuse esa anécdota, que fue rebatida una y otra vez: eso era imposible. Las placas solares domésticas pueden ser útiles para calentar el agua, dotar de electricidad a una vivienda pequeña, o para la lavadora, pero no para cubrir todas las necesidades de una vivienda. Mis pobres argumentaciones (debido a que en su momento no pregunté, ni nadie me dijo, cuantas placas tenían en aquella casa, ni de que modelo eran) no servían de nada: no había placas capaces de lo que yo contaba. Fue tanta la insistencia en mi error, que llegué a creer que Flori no existió nunca, y por tanto, no pude estar en casa de sus padres, ni me quemé la piel con el agua caliente de las placas solares después de dos noches y un día oscuro y nublado. Que aquella anécdota era producto de mi imaginación.
Hoy leo en ATTAC un artículo, firmado por José Candela, muy interesante y esclarecedor titulado "La burbuja fotovoltaica" que, entre otras cosas, le ha devuelto la existencia a mi amiga, a su familia, y a su casa. Desde sus inicios en este país, hasta nuestros días ha mediado la especulación de las grandes multinacionales, de inversores que ni siquiera son del sector, que se han introducido en él porque vieron una inversión segura: futuro de la energía fotovoltaica, subvenciones y el pago del kw por el gobierno muy superior al precio que las empresas eléctricas le cobran al consumidor.
Pero claro, el gobierno está en crisis (económica) y no puede seguir financiando a esas multinacionales ni subvencionarles el producto que generan sus empresas. Y el sector de las fotovoltaicas está bajando al mismo ritmo que subió: vertiginosamente. Al fin y al cabo, la misión de esas empresas no era la de producir energía sostenible: su misión era especular y enriquecerse.
Al hilo del artículo de José Candela he recordado que en el Altiplano tenemos dos huertos fotovoltaicos, uno en Galera el otro en Cúllar, y el anunciado como el mayor de Andalucía, en Huéscar (reconozco que no se donde está ubicado ni ninguna de las personas a las que he preguntado ha sabido responder). Y se han anunciado en unos medios y en otros, cuatro termosolares en Campo Cámara y otras cuatro en Puebla de D. Fadrique. Las dos primeras, en Galera y Cúllar, si que son reales, están a la vista, funcionen o no, será cuestión de averiguarlo. En la de Galera la tecnología y el personal lo aportó Alemania e Italia. Nosotros pusimos el suelo. No caímos en negociar formación y empleos locales. En la de Huéscar, se rumorea que financió la guardería laboral y una cantidad en efectivo a la asociación Aspadisse. De las otras ocho, ni asomo de comienzo, parece que se quedaron en carne de prensa.
Tres plantas fotovoltaicas, ocho termosolares, y un parque eólico: habríamos tocado casi a planta de energía renovable por población, aunque siguiéramos pagando la factura eléctrica a las grandes compañías, a precio de mercado, y con el mismo número de personas desempleadas en la comarca.
Y, a la que nos hubiéramos descuidado, se les habrían sumado una macro incineradora, una urbanización de lujo (ahora hay un proyecto de complejo hotelero de extra-lujo en multipropiedad, que la Sagra es un solar muy goloso para especuladores), otro complejo turístico con sus campos de golf, faltaría más, y un río parcialmente desecado. Todo en aras de la especulación. Sin más empleos sostenibles que redundaran en la población comarcal. Nuestro territorio puesto al servicio de los especuladores. Todo basado en la especulación que termina convirtiéndose en una burbuja que estalla y desaparece. Modelo de economía sostenible, que dirían nuestros estimados políticos.
Por cierto, también he leído hoy, en el foro (huéscar.org) tema Central de Plasma del 24 de abril de 2010, el comentario nº 67 con fecha 7 de diciembre de 2010, que me ha resultado muy, muy curioso ... ¿no se le estará ocurriendo a cualquiera de nuestros queridos políticos algún proyecto con el Grupo Jugasa, a quien de momento, no conocen ni en su casa a la hora de comer?
http://www.huescar.org/blog/?p=206#comments
http://www.ideal.es/granada/v/20100410/provincia/seis-nuevas-plantas-termosolares-20100410.html
http://lidiaucher.blogspot.com/2007_03_01_archive.html
http://www.sferaproyectoambiental.com/proyectosmedioambientales/estudios-de-impacto-ambientales
DahirA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario