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domingo, 19 de septiembre de 2010

Ni tú, ni yo, ni el otro, la lleguemos a ver ...

Hace muchos años, cuando la TV todavía era en blanco y negro y solamente nos ofrecía dos cadenas, ambas públicas, y yo era una pequeñaja, apenas adolescente, me gustaba ver y escuchar las noticias de la segunda (La2 que se llama ahora) que presentaba Felipe Mellizo. El presentador termina el programa de noticias introducciendo una breve presentación de la música y el autor o autora del que a continuación nos ofrecian un vídeo.

En uno de aquellos epílogos fue donde supe y escuché por primera vez a José Antonio Labordeta. No recuerdo que canción fue aquella, aunque sí recuerdo que me enamoró. Desde entonces, Labordeta siempre ha estado, de una forma o de otra, conmigo. Lo que más he admirado de él no es su faceta de músico, si no la de maestro (en realidad, catedrático). Soñaba con maestros como él en las aulas de las que entonces yo era alumna.

Luego le seguí, a veces, cuando podía, cuando recordaba el horario, en TV, con su "Un país en la mochila", aquel programa tan entrañable, de pueblo en pueblo, con sus preguntas inocentes, socarronas; sus palabras poéticas, precisas, directas; su voz peculiar, rotunda. Siempre me han gustado los pueblos perdidos, los pueblos anónimos, los pueblos que apenas son pueblos; los pueblos que a poco que te pongas a escucharlos tienen mucho que decir. Soy viajera rural desde hace décadas, lo reconozco. Labordeta, desde el respeto y el amor, ponía voz a esos pueblos, a las personas que los habitan, a los paisajes, a las estaciones.

También me gustó el Labordeta político, sus intervenciones incisivas, sin recovecos ni miedos. No conozco al Labordeta escritor, salvo por las letras de las canciones, a pesar de que tiene una veintena de publicaciones. Nunca me he encontrado de frente con uno de sus libros, por eso y no por otra razón no lo he leído.

Desde aquella lejana noche en que Felipe Mellizo "me" presentó al músico (coincidí años más tarde con aquel en Madrid, pero nunca tuve la fortuna de coincidir con Labordeta), el cantautor es el que ha seguido conmigo. En vinilo y en compacto. Si tuviera que elegir ahora dos canciones de entre todas, me quedaría sin duda con "Las uvas dulces": Cuando las uvas dulces/ van por el aire,/el otoño revienta/de parte a parte ... Las uvas están dulces en estos momentos, y Labordeta va por el aire, a disfrutar del intenso otoño que está a punto de aparecer.

La segunda canción que elegiría es, claro está, "Canto a la libertad", tantas veces tarareada, a solas y colectivamente: Habrá un día en todos/ al levantar la vista/ veremos una tierra/ que ponga libertad ( ) También será posible/que esa hermosa mañana/ni tú, ni yo, ni el otro/la lleguemos a ver/ pero habrá que empujarla/para que pueda ser ... Ay, amado Labordeta, cuanta razón tenías, te has marchado antes de ver esa libertad tan reclamada y tan deseada durante tanto tiempo. Los pueblos siguen quedándose desiertos, los campos abandonados; a veces, siento decírtelo, los destruyen adrede, y Ramón Cabeza sigue sin ir a clase.

Pero tú sigues conmigo, Labordeta, una vez más, aunque hoy muy bajito (cosas de Tunes), quizás porque hoy quieres paz para afrontar tu propia transición, si es que hay algún tipo de transición hacia alguna parte después de que el corazón deja de latir, "que queda de mí ..."

http://www.youtube.com/watch?v=i15eFc_BCu4

DahirA.

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