"El paisaje es memoria. Más allá de sus límites, el paisaje sostiene las huellas del pasado, reconstruye recuerdos, proyecta en la mirada las sombras de otro tiempo que sólo existe ya como reflejo de sí mismo en la memoria del viajero o del que, simplemente, sigue fiel a ese paisaje."
Así comienza "El río del olvido", de Julio Llamazares. No es una novela como tal; es un viaje hacia atrás del escritor, convertido en viajero, desde la desembocadura del río Curueño hasta el nacimiento de éste. Un río que entre medias le trasvasaron las aguas de otro río, el Porma, y le construyeron un pantano, el Begamián, anegando pueblos que quedaron sepultados para siempre bajo sus aguas o pueblos que por quedar a la orilla y haber sido despojados de los prados y tierras que eran el medio de vida de quienes habitaban esos pueblos, sus habitantes no tuvieron otra alternativa que la emigración, quedando completamente desiertos hasta que el tiempo los fue convirtiendo en ruinas.
Hace unos unos cuantos veranos, libro en mano y mochila y tienda de campaña en el maletero del coche -no fuimos tan aguerridos como Llamazares para atrevernos a emprender el camino a pie-, decidimos hacer el mismo recorrido que el escritor para descubir los lugares que ya él nos había descubierto. Desde Ambasaguas, a las afueras de León ciudad, hasta el puerto de Vegarada, en la frontera con Asturias, el recorrido, aunque sea en coche, es lento, hermoso y triste. Lento porque cada pueblo, por pequeño que sea o deshabitado que esté, y cada recodo del camino es un mundo absoluto que requiere de su tiempo para aprender a vivirlo. Hermoso porque el paisaje, montañoso, de vegetación profusa e intensa compone un tapiz tupido que nos asombraba en cada momento. Y triste porque a cada paso descubríamos, sin quererlo siquiera, la pérdida de población de los municipios, la destrucción integral de pueblos y aldeas, el abandono de las tierras de labor, convertidas ya en una maraña de maleza salvaje, mitad hermosa, mitad dolida y doliente.
Los pantanos de Porma, Riaño y Barrios de Luna, los tres en la provincia de León, son pantanos inútiles, salvo para las hidroeléctricas. Poblaciones enteras se vieron despojadas de su identidad, de sus raíces; fueron expulsadas de su tierra sin ser consultadas, sin su permiso. Con engaños, triquiñuelas y promesas de una mejor vida aderezadas de indemnizaciones económicas. Poblaciones enteras que se vieron forzadas a iniciar una nueva vida en lugares alejados, extraños, cada familia donde pudo, donde supo, donde creyó que tenía posibilidades, engañándose a si misma para no morir de la tristeza. Poblaciones enteras que fueron pasto fértil para las zonas industriales que requerían mano de obra no especializada y necesitada de un motivo para creerse que vivía mejor así. Poblaciones que sin saberlo, iluminaron con su desgracia a miles de hogares y enriquecieron a algunas empresas.
Yo también vengo de una tierra de trasvases, aunque esa tierra pertenece al otro lado, al lado oscuro de los trasvases: la tierra de los beneficiados del trasvase Tajo-Segura. La tierra que para seguir prosperando ansía lo que no tiene y se lo reclama al vecino que sí lo tiene, creyéndose en su derecho propio. Y, basándonos en el principio de la justicia social, el reparto equitativo de la riqueza, no es descabellado del todo exigir que se comparta ésta. Pero, ¿cuando el sistema capitalista ha destribuido la riqueza equitativamente?. Cuando un sistema basado en la economía capitalista exige parte de los bienes de otro no lo hace en nombre de la prosperidad común, lo hace en su nombre propio y para su propio beneficio exclusivamente.
La agricultura murciana, antes del trasvase estaba dividida en tres grandes sectores: la huerta, regada por el Segura y algunas acequias secundarias que producía frutales, verduras, legumbres y hortalizas; las zonas de regadío alimentadas por el Taibilla, plantadas de viñas y cítricos, especialmente limones, y las zonas de secano en las que se cultivaban almendros, olivos y cereales. Una agricultura bastante equilibrada si tenemos en cuenta además que también teníamos el aprovechamiento de las moreras para criar gusanos de seda, se inició el cultivo de la alcaparra, y el noroeste de la provincia cuenta con los campos de arroz. Equilibrada y autosuficiente, con producción suficiente además para la exportación. Se practicaba de forma natural lo que hoy se llama consumo de proximidad y además, era una fuente de ingresos para la región, que a su vez generaba otras fuentes de ingresos a través de las empresas transformadoras y auxiliares: fábricas de conservas, de envases, de palés, de transportes ...
El trasvase Tajo-Segura, que tiene sus origenes en el año 1933, que se continuó el proyecto durante la dictadura, y finalmente se puso en funcionamiento ya en época democrática, en el 1979, en principio estaba ideado para compensar de la escasez hídrica natural del sureste peninsular, ha ido acumulando despropósitos de todo tipo. La inversión prevista aumentó casi un trescientos por cien, las previsiones de caudal nunca han superado la mitad de las previstas, la superficie de nuevo riego no supera el 25 % de la cifra recogida en el Plan Hidrológico de la Cuenca del Segura, se acogieron al régimen de regadío tierras a margen de su valor agrícola ... Según la Confederación Hidrográfica del Segura, el déficit hídrico se ha multiplicado por cuatro desde entonces.
Y el territorio agrícola de la región está destruido. La agricultura tradicional ha desaparecido en su práctica totalidad. Donde hubieron almendros y olivos -recuerdo haber jugado entre ellos y participar de expectadora en la época de recolecta- ahora hay lechugas verdes y rojas, brócoli, alcachofas; unas y otras cultivadas intensiva y artificialmente, con mucha química, que empobrece considerablemente los nutrientes de la tierra y exigen más agua para hacerlas rentables, aunque se hayan instaurado los riegos por goteo, de cuyas plantaciones se extraen cosechas de muy baja calidad, rayando la insalubridad, que está dando lugar a nuevas enfermedades en el ser humano. Cosechas explotadas por empresarios, no por agricultores. Empresarios que durante años se han valido de la mano de obra barata y sin ningún derecho de los inmigrantes sin papeles (primero fueron los gitanos, hasta que éstos empezaron a exigir los derechos básicos de los trabajadores, a los que sustituyeron por marroquíes hasta que éstos también empezaron a reclamar derechos y los sustituyeron por sudamericanos inocentes hasta que dejaron de serlo, y ... hace unos años era normal ver a un numeroso grupo de inmigrantes sin papeles agrupados en torno a una plaza al amanecer y al patrón eligiendo a dedo quienes trabajaban ese día; normalmente, nunca elegía a los que habían trabajado el día anterior).
Hoy, Murcia tiene una tierra empobrecida y desertificándose a pasos acelerados, cada vez con más necesidades de agua, muy dependiente de los precios y las exigencias que marca Europa (hace 30 años los precios, las variedades y categorías las marcaban los propios agricultores), con una clase trabajadora exenta de derechos, y un índice de desempleo algo más de cuatro puntos por encima de la media nacional. Esos son todos los benefícios que ha reportado a la región el tan traído y llegado trasvase Tajo-Segura: empobrecimiento del territorio y de la población y el enriquecimiento de unos cuantos empresarios.
Por eso no llego a entender, por más que lo intento, qué pretenden quienes están defendiendo con tanta pasión el trasvase del Castril; por que esa vehemencia y premura en acometer unas obras que destruyen un territorio para supuestamente beneficiar a otro. Por qué están haciéndolo por encima de la ley y con tanta urgencia. Por qué están acobardando a la población y a l@s propietarios de las tierras imponiéndoles multas cuantiosas acogiéndose a que se reúnen y manifiestan sin permiso (¿Donde dice la Constitución Española del 78 que se necesita permiso de reunión?). Asustan y coaccionan a agricultores cuando debieran estar junto a ellos defendiendo sus legítimos derechos frente a cualquier agente exterior que pretendiera arrebatárselos; los derechos de l@s agricultures y de todas las personas que viven en un medio rural y quieren hacer de éste su modo de vida y su economía; esos derechos que son los derechos de la tierra, los derechos de la sostenibilidad, los derechos del futuro. En cambio, dividen a la población, fomentan el odio, dificultan la convivencia, proyectan miedos ancestrales.
¿Qué intereses propios esconden detrás de esas incongruentes y nefastas actuaciones que les están llevando a destruir el territorio, mermar la calidad de la convivencia, fomentar la emigración?. ¿En que derecho, en que ley, se basan para hacerlo?.
Así comienza "El río del olvido", de Julio Llamazares. No es una novela como tal; es un viaje hacia atrás del escritor, convertido en viajero, desde la desembocadura del río Curueño hasta el nacimiento de éste. Un río que entre medias le trasvasaron las aguas de otro río, el Porma, y le construyeron un pantano, el Begamián, anegando pueblos que quedaron sepultados para siempre bajo sus aguas o pueblos que por quedar a la orilla y haber sido despojados de los prados y tierras que eran el medio de vida de quienes habitaban esos pueblos, sus habitantes no tuvieron otra alternativa que la emigración, quedando completamente desiertos hasta que el tiempo los fue convirtiendo en ruinas.
Hace unos unos cuantos veranos, libro en mano y mochila y tienda de campaña en el maletero del coche -no fuimos tan aguerridos como Llamazares para atrevernos a emprender el camino a pie-, decidimos hacer el mismo recorrido que el escritor para descubir los lugares que ya él nos había descubierto. Desde Ambasaguas, a las afueras de León ciudad, hasta el puerto de Vegarada, en la frontera con Asturias, el recorrido, aunque sea en coche, es lento, hermoso y triste. Lento porque cada pueblo, por pequeño que sea o deshabitado que esté, y cada recodo del camino es un mundo absoluto que requiere de su tiempo para aprender a vivirlo. Hermoso porque el paisaje, montañoso, de vegetación profusa e intensa compone un tapiz tupido que nos asombraba en cada momento. Y triste porque a cada paso descubríamos, sin quererlo siquiera, la pérdida de población de los municipios, la destrucción integral de pueblos y aldeas, el abandono de las tierras de labor, convertidas ya en una maraña de maleza salvaje, mitad hermosa, mitad dolida y doliente.
Los pantanos de Porma, Riaño y Barrios de Luna, los tres en la provincia de León, son pantanos inútiles, salvo para las hidroeléctricas. Poblaciones enteras se vieron despojadas de su identidad, de sus raíces; fueron expulsadas de su tierra sin ser consultadas, sin su permiso. Con engaños, triquiñuelas y promesas de una mejor vida aderezadas de indemnizaciones económicas. Poblaciones enteras que se vieron forzadas a iniciar una nueva vida en lugares alejados, extraños, cada familia donde pudo, donde supo, donde creyó que tenía posibilidades, engañándose a si misma para no morir de la tristeza. Poblaciones enteras que fueron pasto fértil para las zonas industriales que requerían mano de obra no especializada y necesitada de un motivo para creerse que vivía mejor así. Poblaciones que sin saberlo, iluminaron con su desgracia a miles de hogares y enriquecieron a algunas empresas.
Yo también vengo de una tierra de trasvases, aunque esa tierra pertenece al otro lado, al lado oscuro de los trasvases: la tierra de los beneficiados del trasvase Tajo-Segura. La tierra que para seguir prosperando ansía lo que no tiene y se lo reclama al vecino que sí lo tiene, creyéndose en su derecho propio. Y, basándonos en el principio de la justicia social, el reparto equitativo de la riqueza, no es descabellado del todo exigir que se comparta ésta. Pero, ¿cuando el sistema capitalista ha destribuido la riqueza equitativamente?. Cuando un sistema basado en la economía capitalista exige parte de los bienes de otro no lo hace en nombre de la prosperidad común, lo hace en su nombre propio y para su propio beneficio exclusivamente.
La agricultura murciana, antes del trasvase estaba dividida en tres grandes sectores: la huerta, regada por el Segura y algunas acequias secundarias que producía frutales, verduras, legumbres y hortalizas; las zonas de regadío alimentadas por el Taibilla, plantadas de viñas y cítricos, especialmente limones, y las zonas de secano en las que se cultivaban almendros, olivos y cereales. Una agricultura bastante equilibrada si tenemos en cuenta además que también teníamos el aprovechamiento de las moreras para criar gusanos de seda, se inició el cultivo de la alcaparra, y el noroeste de la provincia cuenta con los campos de arroz. Equilibrada y autosuficiente, con producción suficiente además para la exportación. Se practicaba de forma natural lo que hoy se llama consumo de proximidad y además, era una fuente de ingresos para la región, que a su vez generaba otras fuentes de ingresos a través de las empresas transformadoras y auxiliares: fábricas de conservas, de envases, de palés, de transportes ...
El trasvase Tajo-Segura, que tiene sus origenes en el año 1933, que se continuó el proyecto durante la dictadura, y finalmente se puso en funcionamiento ya en época democrática, en el 1979, en principio estaba ideado para compensar de la escasez hídrica natural del sureste peninsular, ha ido acumulando despropósitos de todo tipo. La inversión prevista aumentó casi un trescientos por cien, las previsiones de caudal nunca han superado la mitad de las previstas, la superficie de nuevo riego no supera el 25 % de la cifra recogida en el Plan Hidrológico de la Cuenca del Segura, se acogieron al régimen de regadío tierras a margen de su valor agrícola ... Según la Confederación Hidrográfica del Segura, el déficit hídrico se ha multiplicado por cuatro desde entonces.
Y el territorio agrícola de la región está destruido. La agricultura tradicional ha desaparecido en su práctica totalidad. Donde hubieron almendros y olivos -recuerdo haber jugado entre ellos y participar de expectadora en la época de recolecta- ahora hay lechugas verdes y rojas, brócoli, alcachofas; unas y otras cultivadas intensiva y artificialmente, con mucha química, que empobrece considerablemente los nutrientes de la tierra y exigen más agua para hacerlas rentables, aunque se hayan instaurado los riegos por goteo, de cuyas plantaciones se extraen cosechas de muy baja calidad, rayando la insalubridad, que está dando lugar a nuevas enfermedades en el ser humano. Cosechas explotadas por empresarios, no por agricultores. Empresarios que durante años se han valido de la mano de obra barata y sin ningún derecho de los inmigrantes sin papeles (primero fueron los gitanos, hasta que éstos empezaron a exigir los derechos básicos de los trabajadores, a los que sustituyeron por marroquíes hasta que éstos también empezaron a reclamar derechos y los sustituyeron por sudamericanos inocentes hasta que dejaron de serlo, y ... hace unos años era normal ver a un numeroso grupo de inmigrantes sin papeles agrupados en torno a una plaza al amanecer y al patrón eligiendo a dedo quienes trabajaban ese día; normalmente, nunca elegía a los que habían trabajado el día anterior).
Hoy, Murcia tiene una tierra empobrecida y desertificándose a pasos acelerados, cada vez con más necesidades de agua, muy dependiente de los precios y las exigencias que marca Europa (hace 30 años los precios, las variedades y categorías las marcaban los propios agricultores), con una clase trabajadora exenta de derechos, y un índice de desempleo algo más de cuatro puntos por encima de la media nacional. Esos son todos los benefícios que ha reportado a la región el tan traído y llegado trasvase Tajo-Segura: empobrecimiento del territorio y de la población y el enriquecimiento de unos cuantos empresarios.
Por eso no llego a entender, por más que lo intento, qué pretenden quienes están defendiendo con tanta pasión el trasvase del Castril; por que esa vehemencia y premura en acometer unas obras que destruyen un territorio para supuestamente beneficiar a otro. Por qué están haciéndolo por encima de la ley y con tanta urgencia. Por qué están acobardando a la población y a l@s propietarios de las tierras imponiéndoles multas cuantiosas acogiéndose a que se reúnen y manifiestan sin permiso (¿Donde dice la Constitución Española del 78 que se necesita permiso de reunión?). Asustan y coaccionan a agricultores cuando debieran estar junto a ellos defendiendo sus legítimos derechos frente a cualquier agente exterior que pretendiera arrebatárselos; los derechos de l@s agricultures y de todas las personas que viven en un medio rural y quieren hacer de éste su modo de vida y su economía; esos derechos que son los derechos de la tierra, los derechos de la sostenibilidad, los derechos del futuro. En cambio, dividen a la población, fomentan el odio, dificultan la convivencia, proyectan miedos ancestrales.
¿Qué intereses propios esconden detrás de esas incongruentes y nefastas actuaciones que les están llevando a destruir el territorio, mermar la calidad de la convivencia, fomentar la emigración?. ¿En que derecho, en que ley, se basan para hacerlo?.
"El Viajero avanza por un pasillo lleno de lodo y truchas muertas, atrapadas al retirarse el agua ...". Julio Llamazares, "Retrato de bañista".
DahirA.Declaración Universal de los Derechos Humanos, Art. 19: Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.
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