Como futura candidata a alcaldesa por Huéscar, según la
firme decisión que adopté hace unas semanas, como ya anuncié en la anterior
entrada, aprovechándome de un comentario que acabo de leer en el Foro Pikaza, hilo Sueldo
del Señor alcalde, sobre la disyuntiva entre darle la bienvenida a empresas foráneas
de productividad abstracta u organizar el sector de la agricultura ecológica
local, voy a desgranar cuales son mis intenciones respecto a la Agricultura, una vez
sea alcaldesa que, a lo mejor, me sirve para ir ganando votos. O perdiéndolos,
pero bueno, eso no se sabe. Hay que arriesgar.
No tengo datos, ni medianamente precisos, de la situación
actual de la agricultura huesquerina, pero como alcaldable que soy, tampoco los
necesito. Llegado el momento de confeccionar el programa electoral, ya tengo
pensado lo que pondré: “Mi equipo y yo fomentaremos la agricultura”. Esas
frases, concisas y directas, dichas en un contexto rural fundamentado en el
sector primario, suelen dar muy buen
resultado.
No voy a pillarme los dedos especificando que tipo de
agricultura fomentaré, no sea que luego la ciudadanía que me haya votado (estoy
segura de que ganaré las elecciones), y la que se haya quedado en la oposición,
o sin representación en el ayuntamiento, se le ocurra reprocharme incumplimiento
de promesas electorales, y dado que soy muy sensible, ciertos reproches no los
encajo bien, así que es mejor prevenir.
Una vez instaladas mis posaderas en el sillón de la alcaldía,
ya veremos que pasa. A lo mejor algún empresario del agronegocio se interesa por
nuestras tierras casi de primera mano y con suficiente agua de buena calidad y
gratis, en contraposición de la escasa, cara y de mala calidad de otros sitios.
A lo mejor, nuestros perdidos agricultores y agricultoras entran por el aro del
agronegocio y se convierten en fieles peones del mismo, creando falsas cooperativas
para alimentar a las multinacionales mientras tanto éstas encuentran a otros
incautos e incautas que les resulten más baratas y tengan una mayor
predisposición a la sumisión y la esclavitud.
Lo que en ningún caso voy a hacer, ni siquiera ahora que
cuento con un tiempo más que prudencial por delante para ir preparando el
terreno, es rodearme de personas entendidas en la materia: agricultoras, eco agrónomas,
ganaderas, medioambiente,… y que entre unos y otras vayan conformando con
precisión cual es la situación, cuales las posibilidades de aprovechamiento
sostenible, a cuanta población beneficiarían y por cuanto tiempo.
Sostenible, esa palabra vulgarizada a fuerza de ir de boca
en boca, ¿qué significa? ¿Una agricultura que sostiene la economía local y el
bienestar de la ciudadanía si mermar su capacidad de explotación? ¡Por favor!
Eso suena a mensaje ecologista y perroflautista.
Mi pretensión, cuando sea alcaldesa, es que, si no hay mas
remedio, crezca la agricultura, pero al agricultura que sostenga a unos cuantos
empresarios del agronegocio, multinacionales y aspirantes, y que éstos me mantengan a mi, aunque esta frase,
dicha así, pueda llevar a equívocos, y alguien, utilizando las viejas armas
machistas, me llame “mantenida”, con las connotaciones que acarrea y los sinónimos
que sugiere: querida, amante, puta. Pero no, no voy en esa dirección; me
refiero a que me mantengan en mi puesto de alcaldesa, que contribuyan con sus
donaciones a pagar mi nómina (no prometo, lo digo ya, que no sea superior a la
del actual alcalde) y con los puestos de trabajo de tercera categoría que
creen, le den confianza a la ciudadanía a seguir votándome.
Por que, lo que no tengo claro, es en qué me va a beneficiar
a mi particularmente iniciar un proceso de agricultura ecológica autóctona
compuesta de pequeños productores y comercialización de proximidad. La gente no
entiende de esas cosas, el GDR no entiende de esas cosas, el CADE no entiende
de esas cosas, Andalucía Orienta no entiende de esas cosas, el IMPE no entiende
de esas cosas, la UTE
no entiende de esas cosas, ANCOS no entiende de esas cosas; ni siquiera la
oposición (y presumo que cuando yo gobierne la oposición será de varios
colores) no entiende de esas cosas; el esfuerzo que me supondría rodearme de
personas competentes en la materia, elaborar un proyecto integral, comunicarlo,
hacerme entender, pelearme con las administraciones en caso de necesitar financiación
para ponerlo en marcha sin admitir un no por respuesta, vigilar que se cumpla
cada uno de los acuerdos y objetivos, exigir a cada uno y una de las
responsables de las concejalias eficacia máxima ¿y todo para que? ¿para que la ciudadanía
en poco tiempo, viva mejor y sea más feliz, a costa de mi esfuerzo? ¡Naranjas
de la china!
Ni que fuera tonta.
A mi, cuando ya tenga mis posaderas convenientemente
instaladas en el sillón de la alcaldía (estoy haciéndome un cojín de encaje de
bolillos, ¡más mono!), que la gente tenga trabajos dignos y sueldos dignos, que
cultiven alimentos saludables, que puedan comprarlos fácilmente y a precios
justos, que no se derrochen combustibles ni agua, que los campos y huertos estén
vivos, preciosos, limpios y ordenados, y además den de comer a otros sectores,
como el del comercio y la hosteleria, y contribuyan a llenar las arcas del
ayuntamiento, me importa, no tengo reparos en decirlo abiertamente, una rastra
de pimientos transgénicos.
Yo voy a ser más de, y tómelo, querida ciudadanía, como una
promesa electoral firme, por ejemplo, si una asociación de profesionales, o un
particular, me dice “oye, tengo un proyecto, si lo presentas tú para que lo
financie X, vamos a un 60-40% con lo que den” (por ser alcaldesa primeriza,
hago una oferta: puedo bajar el porcentaje hasta un 75-25). Ya pueden ir
haciendo números las personas y/o entidades interesadas.
Estoy segura de que, con este adelanto de promesa electoral,
acabo de ganarme por lo menos media
docena de votos directos y un par de cientos de indirectos. Esto marcha.
Faltan, si antes no ocurre una desgracia política, los dioses y las diosas no
lo quieran, 35 meses para las siguientes elecciones. A este ritmo, me meto los
votos en el bote antes. Mucho antes.
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