Mi postura ante el turismo, como futura alcaldesa
huesquerina que seré, la tengo ya muy
perfilada: apoyaré toda iniciativa que suponga una entrada económica al
ayuntamiento sin que necesariamente tenga que verse reflejada en las cuentas, y
prestaré mi imagen para cuantas presentaciones y fotos de prensa sean
necesarias, rodeada por cargos políticos más altos que el mío, de empresarios
de dudosa actividad y de mandamases de asociaciones influyentes.
Todo sea por el dinero.
Y por mantener mis posaderas bien acomodadas en el sillón de
la alcaldía, por supuesto.
Por que aquí, en confianza, yo no entiendo que estos parajes
semidesérticos poblados de esparto puedan gustarle a nadie, no le veo yo futuro
a este asunto. Dicen que si, que cuando van a las ferias y enseñan los folletos
propagandísticos, la gente se interesa. Pero eso es lo que dicen. Otra cosa es
lo que hagan. ¿Quién va a querer desplazarse hasta estos pueblos de mala muerte
para pasar sus vacaciones? Desde luego, nadie en su sano juicio.
Por eso, como no tenemos confianza en que realmente vayan a
venir, en las guías que se editen, con mi visto bueno, fantasearemos cuanto nos
apetezca, sin dejar de mentir, pero sin faltar a la verdad. Me explico,
queridos y queridas futuras votantes: se puede sacar una foto de Parpacén
centrando la imagen en las basuras esparcidas por el suelo, o un plano general
en el que se vean las cuatro mesas cutres de cemento y los contenedores
desparramados de mala manera, o se puede sacar un primer plano de la lagunilla,
o un plano general del atardecer en el que no aparezcan ni las mesas ni los
contenedores ni las basuras. Como nadie va a venir a visitar Parpacén, y si
alguien despistado viene, como no hay señalizaciones, con un poco de suerte no
lo encuentra, pues ¿qué trabajo nos cuesta presentar nuestra mejor imagen como
si fuera la única? Y aunque parezca que es un contrasentido editar guías y
publicitarnos en las ferias, con lo que tiene que costar eso, no lo es: esas guías y esas ferias son la
puerta de entrada a las grandes subvenciones, por eso son tan necesarias,
aunque mucha gente no lo entienda. De ahí que me esté tomando la molestia de
explicarlo, porque yo voy a ser una alcaldesa transparente, empezando desde ya.
Como no esperamos viajeros y visitantes, tampoco hace falta
que nos demos prisa en una puesta a
punto del pueblo y de los recursos, quiero decir, darle un aire de pueblo
bonito y tranquilo, conservado y limpio,
con oferta comercial, cultural y de ocio. A los habitantes huesquerinos nos da
igual cómo esté el pueblo, lleva así, si nos ponemos a hacer memoria, toda la vida; sucio, desordenado, sin
sustancia, y nadie se queja, con lo que damos a entender que nos gusta así y no
queremos más, querida ciudadanía, si os sentís a gusto así, ¿con que derecho voy yo, vuestra
democrática alcaldesa, a contraveniros, qué sentido tendría actuar en contra de
vuestros gustos?
Así, cuando se entere por la prensa, querido convecino,
querida convecina, de que nos han
concedido una subvención para rehabilitar tal o cual monumento y que éste lo vamos
a convertir en un recurso turístico, les aconsejo que lean entre líneas o, si no están duchos y
duchas en tal menester, exclamen en voz bien alta y clara ¡que bien miente la
condenada!
Eso es lo que estaré haciendo, sin ningún género de dudas:
mintiendo. Primero, la rehabilitación no será exacta, sino más bien, será un
ejercicio de libre actuación para la afortunada oficina de arquitectos
encargada del proyecto. Segundo, para que no se endemice el paro de larga duración
en el sector de la construcción y se mosqueen los constructores; los locales
conmigo misma, en mi calidad de alcaldesa, o con otras administraciones si los
constructores son de más categoría y de mas allá de las fronteras de nuestro
termino municipal. Tercero, esa rehabilitación me dará la oportunidad de
solicitar talleres de empleo: 12 alumnos y alumnas, un año de sueldo por un
trabajo de baja intensidad equivale a 12 votos directos, y lo menos 48
indirectos, a la saca para la siguientes elecciones; eso si consigo dos
simultáneos, lo que me supondría doble de votos y un par de docenas de parados
menos durante un año entero, que se dice pronto. Y cuarto, porque si ajusto
bien el presupuesto, y le se guiñar el ojo a la administración que ponga los
dineros, me quedará una horquilla de billetitos de libre disposición que
siempre viene bien para tapar algún
agujero, aunque sea el de un compromiso político anteriormente adquirido o con
ganas de adquirirlo. Os aseguro, querida ciudadanía, que desde este momento,
estoy practicando una elegante y seductora caída de párpados a la que pocos
podrán resistirse cuando la domine por completo, y tiempo tengo para ello hasta
el 2015.
Sé que alguien se esta preguntando ¿es que de la oficina de
turismo no va a decir nada? Siguiendo en mi línea de transparencia y
sinceridad, os diré lo que opino de una oficina de turismo en Huéscar ¿para que
la queremos, para que la necesitamos? No sabéis el gastazo que supone mantener
una oficina de turismo: luz, teléfono, internet, personal cualificado, horas
extras… y ya me diréis, querida ciudadanía, con qué objeto ¿qué va a ofertar la
oficina en tres idiomas: como llegar y el horario de visitas a la
Piedra del Letrero? Antes que hacer el ridículo, si por un
casual llegara a Huéscar algún viajero o viajera, mejor estar desaparecida ¿no
sois de la misma opinión? Así les quedara la duda a quienes la hayan
solicitado, que siempre es mejor a que se vayan con la idea confirmada de que
pretendemos engañar vendiéndoles humo.
Y poco más me queda por decir del turismo local. Si acaso, y
ya por rellenar un poco, puedo hablar del Mercado Medieval, al que el sector crítico
de la ciudadanía lo pone de vuelta y media: que si es cutre, que si pro
comercio chino, que si esta desfasado, que si, que si… Querida ciudadanía del sector crítico cuantos
mercados medievales de verdad habéis visto en vuestra vida, uno o ninguno?
¡pues entonces! El nuestro cumple su cometido: ayudar económicamente, sin que
lo parezca, a una cofradía religiosa que viene recomendada, y entreteneros un
par de días para que salgáis de la monotonía, ahí todo el rato, de una terraza
a otra, de otra a una, siempre lo mismo… El Mercado Medieval es como el mercado
de los jueves, pero por la noche, y ¡eh! con diferencias, que los puestos son muy apañados, están decorados,
y además ¿qué me decís de la cetrería, y de las bailarinas de los siete velos?
¿estamos hablando de originalidad, si o no? ¿Y que más queremos si tenemos
perfectamente asumido que somos un pueblo de mala muerte, que los visitantes de
origen huesquerino lo que esperan encontrar es aquel decadente pueblo del que
se fueron hace tiempo para cubrir sus necesidades de nostalgia con una pizquita
de ¡como ha mejorado!, y al turismo no lo esperamos?
Deseo, querida ciudadanía, especialmente a la escéptica a
votarme, que vuestras dudas hayan quedado resueltas, y tenga vuestra confianza:
ya sabéis, esa papeletita oficial que, con el carnet de identidad en mano, y
siempre que coincida el nombre con uno del listado por orden alfabético, os
permiten depositar en una urna
transparente que, llegada la hora, la abren, y van haciendo montoncitos con las
papeletas, según el nombre del partido que tengan, y al que tenga el montón más
alto ¡bingo! le ha tocado una alcaldía por cuatro años.
El próximo montón más alto va a ser el mío. Me lo estoy
ganando a fuerza de ser sincera. Y no creáis que sea fácil, que no lo es: pero
ya lo dije el primer día de mi decisión: no voy a mentir.
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