Las campanas repican desde hace un rato, o tocan a muerto,
no podría asegurar que soy capaz de distinguir la diferencia. Por si alguien
puede echarme una mano en este menester de campanas: es un tocar grave, lento,
suave. Monótono. Cuando casi estamos todavía en horario oficial de siesta. A mi
me han despertado, conste.
Quien sabe, quizá toquen por los malos tiempos que se
avecinan. Pero es lo que tiene vivir en un país cuyos políticos y políticas
basan el sistema en el funcionamiento de una montaña rusa: un ratito estamos
arriba, otro abajo. Y entre tanto, el vértigo, tanto cuando subimos como cuando
bajamos.
En Huéscar también somos territorio de montaña rusa, pero de
las pequeñinas, de las de niños y niñas pequeñas. Quiero decir que nunca hemos
subido muy alto, aunque estuvo proyectado que tuviéramos una de las mayores
montañas rusas del planeta. Era por aquellos tiempos en los que veíamos grandes
montañas rusas a lo largo y ancho del país, y queríamos una igual, seguramente
por aquello de dejar atrás los treinta años de retraso que llevamos, según
dicen los políticos del pueblo.
Aunque igual me acabo de ganar un gesto retorcido por llamar
pueblo a Huéscar, que ostenta el titulo de ciudad, y además Muy Noble y Leal,
desde principios del s. XVI, y otros títulos mas recientes, recientísimos, como
el de Ciudad de la Paz
(esto por una tontería, porque Huéscar estuvo oficialmente en guerra con
Dinamarca casi doscientos años), y Ciudad de la Bicicleta, sin olvidar
que tienen en proyecto declararla, o mejor dicho, solicitar que la declaren las
autoridades competentes, Ciudad Turística.
Hace unos días alguien decía que el titulo de Ciudad de la Bicicleta se lo ha
puesto porque una vez el alcalde vio una bicicleta por el pueblo y se dijo
“somos la ciudad de la bicicleta”. Y, aunque exageradamente, lleva su parte de razón
quien ha recreado ese hipotético momento. Yo calculo que se ven por la calle,
entre circulando y aparcadas, una proporción de 15 bicicletas por cada 100
coches. Eso algunos días, otros es mas difícil encontrar una bicicleta
caminando durante media por el casco urbano. Por lo que, habría sido más
adecuado que el político en cuestión hubiera exclamado ¡Huéscar, Ciudad del
Coche! evitando de esta forma que luego nos de por las criticas, que tanto
odian y tan mal encajan.
Como decía, en Huéscar, el vértigo y el gusanillo en el estómago
que normalmente producen las rabiosas bajadas en las montañas rusas, está
bastante atenuado, por las pequeñas dimensiones de nuestra particular montaña.
Pero se nota. El curso próximo uno de los colegios no abrirá un aula de
infantil. Planea la sombra del cierre del Juzgado. Cierran comercios. Mujeres
monomarentales que hasta hace poco lograban sobrevivir, ellas y sus hijos e
hijas, gracias a los trabajos estables cuidando a personas mayores, de un tiempo a esta parte
solo las llaman de cuando en cuando. Los segundos coches por familia,
normalmente propiedad de las mujeres, si se mueren de viejos, ya no los reponen
por otros. Las personas subsidiadas (y en Huéscar, básicamente, o perteneces al
cuerpo de funcionarios, o tienes un comercio, o vives de los subsidios)
empiezan a temer por su colchoncito social, con lo que están empezando a
ahorrar, si la situación de familiares directos se lo permite, claro esta, que
a veces un subsidio da para mantener a más de un núcleo familiar.
De momento, lo que se mantiene intocable es el sueldo del
Alcalde, ese no ha sucumbido ni a crisis ni a rescates: él dijo que cobraría
54.740 € anuales, y ahí está, aguantando firme. Un año ya.
Lo tengo decidido: me voy a presentar a alcaldesa para las próximas
elecciones. Eso si, no prometo ser austera, ni desarrollar proyectos sostenibles,
ni retirar la patética escultura de la plaza Santa Adela, ni generar más empleo
que el mío, que una cosa es ser una perfecta inútil, y otra engañar a mis
convecinas y convecinos, por ahí no paso. Advertidos y advertidas están mis
posibles votantes.
Quizás las campanas de hace un rato tocaban anunciando mi
prometedor futuro político. O el futuro político
del actual alcalde. ¡Quien lo sabe!
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