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sábado, 19 de septiembre de 2009

la magia de Leonard Cohen en Granada


O la magia de Granada interpretada por Leonard Cohen.

Leonard Cohen, canadiense, leyó a García Lorca, nuestro Federico, siendo todavía un adolescente y desde entonces es devoto del poeta granadino. Ha hecho la que seguramente es la mejor adaptación del poema Pequeño vals vienés de García Lorca y su hija se llama Lorca Cohen, en homenaje al poeta.

El domingo pasado, día 13 de septiembre, Cohen, que el día 21 de este mes cumple 75 años, dió un recital en Atarfe. Granada le recibió con honores, como se merece, regalándole una pequeña nevada que cayó esa misma tarde en las cumbres de la sierra.

El recital, que comenzó absolutamente puntual -la famosa puntualidad inglesa no habría podido superar a esta-, fue en clave de guitarra española. Durante mas de dos horas el poeta, novelista, compositor e intérprete nos regaló con su voz grave y ronca de siempre, que se diría que ha firmado varios pactos con el diablo, sus canciones que destilan tristeza, ironía, compromiso y romanticismo. Trovador de voz peculiar, sobrio en sus gestos y vestimenta, respetuoso, humilde y dulce, se quitaba el sombrero y hacía una pequeña reverencia al dar paso a un solo de alguno de los músicos que lo acompañan, que volvía a repetir al finalizar y antes de volver a ponerse el sombrero.

El largo solo de guitarra española, en una hermosa paráfrasis de Recuerdos de la Alhambra, fue el inicio de Who by fire, mi canción favorita -así que lo interpreté, puesto que creo en la magia, como el regalo que me hacía Cohen en mi 50 cumpleaños, que justamente era ese día-. The partisan nos puso en pie, coreamos Tahe this waltz, Susanne y la solemne Hallelujah, ante la que no nos pusimos de pie porque ya lo estábamos.


También nos regaló algunas de sus escasas sonrisas, la primera al finalizar la primera canción de la segunda parte, y luego, muchas, algo extraño en él, en los bises. En los que también estuvo generoso y hasta divertido: salía del escenario a saltitos, moviendo los brazos y las manos en el aire. Como besos de colores.

Cohen unió a varias generaciones. Allí había chavales y chavalas que apenas tendrían quince o dieciseis años y hombres y mujeres con el pelo blanco. Y alguna pareja con un bebé en los brazos, y personas que rondarían los treinta y los cuarenta años. Y padres y madres con sus hijos e hijas adolescentes y jóvenes e incluso no tan jóvenes. Yo estaba allí precisamente porque ese fue el regalo de cumpleaños de mi hijo, que tiene 24 años y a quien le encanta Cohen. Esa es también parte de la magia de Cohen: sus palabras, la fuerza de su voz, su mensajes, perduran en el tiempo, están vivos, son actuales y van recogiéndolos las siguientes generaciones.
Parafraseando a Whitman: gracias, venerable y hermoso anciano.
Dahira.

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