No a la escultura de mujer arrodillada representando a Mariana Pineda en la Plaza Santa Adela de Huéscar

miércoles, 7 de septiembre de 2011

La firme lealtad de Huéscar

En en el mes de agosto ha tenido lugar en Krems (Austria) el Foro de Nyéléni: Foro Europeo para la Soberanía Alimentaria. En el manifiesto final del foro queda reflejado que "La escasa o nula participación de las poblaciones en las políticas vinculadas a los bienes comunes como la tierra, el aire, las semillas y el agua, es una expresión del déficit democrático".

No voy a cuestionar, en este momento, la salud de la democracia granadino-altiplánica y sus expectativas de sano crecimiento, pero al hilo de la soberanía alimentaria, y de otra de las conclusiones del Foro Nyéléni, la de que, para que se implemente un sistema alimentario social y ecológicamente sostenible, es necesario que haya más personas que trabajen en el campo, me pregunto como andamos por aquí en conocimientos de ecología sostenible y de alimentación social.

En la vida pública de la comarca de las últimas semanas se está hablando profusamente de desarrollo sostenible -definitivamente, hemos sacado del armario al desarrollo sostenible- aunque mucho me temo que sigamos sin conocerlo. En el apartado agrícola, se ha llamado sostenible al biodiésel, que no lo es; el de primera generación porque contamina la tierra, el agua y el aire, desforesta y pone en peligro la alimentación de los campesinos, allá donde se han instalado los monocultivos destinados a la producción diésel; y el de segunda generación porque lo producen con todo tipo de residuos, poniendo freno a la reducción, reciclaje, y reutilización (reconozcámoslo, las petroleras se resisten a perder cuota de mercado, aunque se estén quedando sin materia prima). En cuanto a la agricultura ecológica destinada a la alimentación humana, si partimos de que se cultiva para la exportación a través de un sistema de intermediarios y multinacionales que prescinden de los precios justos para los agricultores y consumidores, y de la maduración natural y temporalidad de los alimentos, tampoco es sostenible.

Situándonos de nuevo en la comarca, es bueno que hayamos sacado el debate de sostenibilidad al foro público, ya que de esta forma, nos vamos familiarizando con él, y vamos aportando tanto ideas como conceptos, ya sean equivocados o viables. Este debate anárquico, nos lleva, una vez más, a darnos cuenta de la cantidad de recursos que tenemos en la comarca, aunque unos están sin poner en valor y otros equivocadamente explotados. ¿Como vamos a encarar la sostenibilidad en un futuro próximo en nuestra comarca? Si nos basamos en las distintas definiciones, opiniones y propuestas, no estamos estructurando nada ni siquiera a nivel teórico y homogéneo. No obstante, se diferencian dos grandes grupos: uno, sumar a la insostenibilidad actual proyectos sostenibles e insostenibles indistintamente, y otro, continuar con la dinámica de añadir el apellido sostenible a cualquier proyecto, si éste fuera desecar nuestros acuíferos y dedicarnos a la industria automovilística con motor de biodiésel de primera o segunda generación.

En cambio, nadie se plantea un proyecto integral revulsivo que reconvirtiera a la comarca en sostenible, sin pagar por ello siquiera una mínima cuota de traumas económicos. Y cuando digo nadie, me estoy refiriendo literalmente a nadie: ni políticos, ni agentes de desarrollo, ni población desempleada. Nadie sabe, y nadie quiere saber. Lo que nos gustaria, a las tres partes, es que alguien nos trajera el desarrollo sostenible local ya hecho, de fábrica, y que nos dijeran que no nos preocupemos, que ya se encargan ellos de todo, incluidos los beneficios que irán a parar a sus bolsillos. Y desde ese momento, desde el momento en que ni nos involucramos, ni obtenemos beneficios para reinvertir, ya ha dejado de ser sostenible. Aunque, dentro de la diversidad de opiniones sobre el recién descubierto desarrollo sostenible local, hay quien considera que una empresa que se instala en la comarca y crea cuatro, seis, ocho, puestos de trabajo asalariado y se lleva todos los beneficios está trayendo riqueza a la comarca. En cambio, otras personas somos de la opinión de que una empresa de esas características, no trae riqueza, sino que nos utiliza; utiliza el territorio y la mano de obra local, escasa y poco cualificada, para enriquecerse ella; riqueza que invertirá en otros lugares lejos de la comarca, nunca aquí.

Ahora, cuando alguien de la comarca plantea un proyecto sostenible real y local, las miradas de desprecio son infinitas, tanto como las negaciones de viabilidad a priori, y los mil impedimentos que ponen al proyecto; pero, si alguien que dice representar a alguna multinacional viene con un proyecto cualquiera y dice que es sostenible, no se hable más: es sostenible y punto. Eso dice mucho de nuestros ancestrales complejos de inferioridad, que no hay forma de que los superemos, de ahí que algunos avispados conocedores de estos complejos, se aprovechen de nosotros mientras nos dan palmaditas en la espalda en un gesto de satisfacción para sí mismos, pero que nosotros interpretamos como de cercanía, de que hemos hecho un gran negocio, de que somos tan listos que nos hemos llevado al huerto al incauto inversor. No caemos en la cuenta de que sin nosotros ellos no serían nadie, y el problema radica, precisamente, en que eso nosotros no lo sabemos, por eso nos sentimos tan orgullosos de que nos hayan elegido para servirlos.

La espiral de servilismo, confusión e inoperancia podríamos romperla desde abajo, la ciudadanía, con la población desempleada a la cabeza; o desde arriba, con nuestros políticos locales, en coordinación con las entidades de desarrollo rural y la lucha que sea necesaria como intermediarios ante las demás administraciones. La ciudadanía, despierta, concienciada, creativa, activa, proponiendo y exigiendo a los políticos; los políticos, enseñando a involucrarse a la ciudadanía en las riendas de su vida, dejándose en el empeño la piel política y sus sueldos. Pero ni una parte ni la otra estamos por la labor. Tanto una como otra, estamos tan apáticas y orgullosas de nuestra ignorancia que, a no mucho tardar, seremos la clase social esclavista al servicio de la neoindustria, que ni siquiera necesita muchos operarios para funcionar; esta nueva industria solo necesita territorio, clase política bobalicona con ínfulas de riqueza y poder, y población sumisa e/o indiferente.

Y la muy leal ciudad de Huéscar seguirá siendo leal por los siglos de los siglos: reyes, caciques y mercados. No importa el amo, lo que importa es ser fieles sirvientes del amo de turno. Y al amo de turno, desgraciadamente, no le interesa la cultura del pueblo, la sostenibilidad ecológica, el consumo de proximidad, la igualdad social; ni le interesan las cooperativas locales de miel, transformación de la almendra, encurtidos, conservas vegetales, silvicultura, turismo, lana, ... Luego, si al amo de turno no le interesa, antes desaparecemos como población que vernos inmersos en un sistema productivo y de consumo sostenible que nos beneficie al conjunto de la población y nos aporte un futuro digno a todos y todas.

DahirA.

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