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sábado, 19 de diciembre de 2009

Juan Echanove y su percepción de la sostenibilidad

El actor Juan Echanove dice hoy en El País "dentro de 15 años el que no lo cultive no lo va a comer". Me ha parecido una frase -opinión, premonición, congruencia, visión de futuro- muy acertada, amén de rotunda. Que el planeta va mal, eso lo sabemos ya. Que los acuerdos que han conseguido los grandes mandatarios mundiales en la Cumbre del Clima son insuficientes, también. Sin embargo, quedamos el resto de ciudadanos y ciudadanas del mundo, especialmente del mundo desarrollado y en desarrollo, y somos miles de millones.
Nosotros y nosotras si que podemos actuar, independientemente de las decisiones de los gobiernos. Nadie nos impide un consumo responsable y de proximidad. Nadie nos impide ahorrar energías en nuestra casa, ni controlar el uso de nuestro vehículo; ni rechazar productos con excesivos embalajes a veces llegados desde lugares a miles y miles de kilómetros de donde nos encontramos y producidos de forma insostenible -química, salarios de esclavitud, desforestación, consumo energético en su transporte-, ni consumir más de lo necesario, ni reciclar y reutilizar.
Si nosotros y nosotras no compramos un producto producido y elaborado, pongamos por ejemplo, en Chile, y que además está escondido bajo tres capas de papel y plástico, la empresa que lo compra y lo distribuye, dejará de hacerlo, porque no le será rentable económicamente. Si rechazamos las bolsas de plástico que nos ofrecen en los comercios, estos dejarán de comprar bolsas de plástico y el fabricante tendrá necesariamente que reciclarse si quiere sobrevivir como tal. Si no tiramos un mueble en buen estado simplemente porque nos hemos cansado de él, o ya no está de moda, estamos evitando la tala de árboles. Si dejamos de comprar tomates cultivados con altas tasas de química tóxica para los humanos y el medio ambiente, en los que intervienen trabajadores inmigrantes explotados hasta la saciedad por el empresario en la mayoría de los casos, se dejarán de cultivar esos tomates. Y así sucesivamente.
Mucho más teniendo en cuenta que ésto lo escribo desde el Altiplano de Granada, un territorio que todavía conserva muchos reductos sostenibles desde antes de que se aplicara esa palabra a un modo de vida, de producción y de economía. Aquí tenemos agricultura ecológica -la perseverancia de la Asociación BioCastril es un buen ejemplo-, y tenemos aceite ecológico -y por tanto, aceitunas ecológicas-, y tenemos conservas de tomate, pimiento y alcaparra ecológicas, y miel ecológica, y licores, y almendras, y huevos. Y tenemos también productos que sin ser ecológicos están producidos y elaborados de forma tradicional y artesana, como son los embutidos, y los vinos del país. Vivimos además en una provincia con unos recursos extraordinarios, y no es lo mismo consumir, por ejemplo, un mango de la Costa Tropical de Granada que otro producido en Brasil. No solamente porque los nuestros han madurado en el árbol, si no porque su transporte es muchísimo menos costoso, y además el fruto mucho más sabroso y de textura más agradable. Y la producción genera empleo local.
A veces no entiendo como seguimos utilizando bolsas de plástico en las compras cotidianas, cuando aquí tenemos una materia prima gratuita que necesita la renovación para pervivir y que además tiene larga duración. Me refiero al esparto, si. Lo lógico sería que todos y todas utilizáramos las cestas fabricadas en la comarca artesanalmente con esparto. No las regalarían en los supermercados, es cierto, y costarían más que cualquier bolsa que se compre en una tienda de chinos, pero también hay que tener en cuenta que son muy duraderas -pueden durar toda una vida humana, y hasta más-, totalmente ecológicas, generadoras de empleo local y ayudarían a preservar el medio ambiente. Nuestro medio ambiente más próximo, el que vivimos, del que viviremos.
Tampoco entiendo como en las terrazas de verano de cafeterías y restaurantes ponen unas horrendas sombrillas propagandísticas de plástico, posiblemente de fabricación "made in China", cuando se podrían encargar a artesanos locales unas fabricadas con esparto: por responsabilidad, por congruencia, por estética; por imagen turística si se me apura.
Ni entiendo como al cordero segureño -recordemos que le fue concedida la IGP- solamente se le da tratamiento de carne: ni quesos ni lana. La leche la compran de fuera para fabricar quesos, la lana se desaprovecha totalmente. Lo que nos lleva a otro punto: el desprecio generalizado por las artesanías, ¡con el tejido artesanal que podría generar a partir del aprovechamiento local y artesanal de la lana de nuestras ovejas! : lavado, cardado, teñido, hilado, tejido, embalajes, comercio, lanolina aprovechada en el sector de los jabones y productos cosméticos locales, artesanales y ecológicos.
No voy a hablar de las canteras de mármol, que las tenemos, pero que aquí no se transforma ni se comercializa ningún producto artesano de mármol. Ni del vidrio de Castril recién recuperado, que se difunde en Portugal, pero que aquí solo está en lo que pomposamente se llama "Centro de Vidrio José Saramago", en Castril, y nada más que en Castril. Ni del desaprovechamiento de los espejuelos -aunque recientemente una artesana ha descubierto sus aplicaciones en este campo-. Ni de la tradición de forja artesanal -¿quien conoce aquí a Rosendo, un artesano auténtico de tercera generación?- y de ebanistería.
Los gobiernos, cualquier gobierno de cualquier país, podrá firmar o no un acuerdo para reducir gases, podrá hablar de desarrollo sostenible, de ahorro, de energías renovables. Pero quienes podemos construir un futuro socialmente responsable, basado en la producción y el consumo sostenibles somos todas las demás personas. Rechazando lo insostenible. Demandando productos locales, de comercio justo y sostenibles; transporte público, aprovechamiento de nuestros recursos. Reciclando y reutilizando.
Si nosotras y nosotros no lo hacemos, y no me refiero a las personas que conformamos la población del Altiplano de Granada, si no por extensión a todas las personas que formamos el territorio de los países desarrollados y los emergentes, los gobiernos con mejor buena voluntad y predisposición, solo podrán legislar y vigilar. Y los que no tengan buena voluntad -que hay por ahí candidatos y candidatas que niegan la realidad del planeta- seguirán destruyendo hasta que el planeta diga basta e impida hasta un aire respirable para sus habitantes, un agua salubre y unas temperaturas asimilables por los seres vivos.
Dahira.

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